Dormir mal engorda

¿Dormir mal engorda? Relación entre sueño y aumento de peso

Sí, dormir mal engorda. Y no es una suposición, sino una afirmación respaldada por una creciente cantidad de estudios científicos. La relación entre la falta de sueño y el aumento de peso va mucho más allá de simplemente sentirse cansado o tener ojeras. Implica una compleja cascada de cambios hormonales, alteraciones metabólicas y decisiones alimentarias impulsadas por la fatiga que conspiran para hacer que nuestro cuerpo acumule más grasa.

La calidad del sueño se ha deteriorado drásticamente en las últimas décadas. Trabajamos más horas, estamos constantemente conectados a dispositivos y las exigencias de la vida moderna a menudo nos empujan a sacrificar horas de descanso. Sin embargo, poco se habla de las consecuencias profundas que este déficit de sueño puede tener sobre nuestra salud en general y, específicamente, sobre nuestro peso. No se trata solo de la cantidad de horas que pasamos en la cama, sino de la calidad de ese descanso. Un sueño fragmentado, poco profundo o insuficiente en sus fases más reparadoras puede ser tan perjudicial como no dormir lo suficiente.

Cuando no dormimos lo necesario, nuestro cuerpo entra en un estado de desequilibrio. Se producen alteraciones en hormonas clave que regulan el apetito y la saciedad, como la leptina y la grelina. La leptina, que nos indica que estamos satisfechos, disminuye, mientras que la grelina, que estimula el apetito, aumenta. Esto nos lleva a sentir más hambre y a desear alimentos ricos en calorías y carbohidratos, en un intento de nuestro cuerpo por obtener energía rápida para compensar la falta de sueño. 

¿Qué pasa en el cuerpo cuando dormimos mal?

Cuando el sueño se interrumpe o es insuficiente, el cuerpo no solo se siente cansado física y mentalmente, sino que entra en un estado de desequilibrio que activa una serie de mecanismos que favorecen la acumulación de grasa y un aumento desmedido del apetito. Es como si nuestro sistema interno se desajustara, enviando señales confusas que nos empujan hacia hábitos menos saludables y, en última instancia, hacia el aumento de peso. Aquí desglosamos los factores clave que entran en juego:

Regulación hormonal alterada: Un caos en las señales de hambre

Dormir bien es fundamental para mantener en equilibrio dos hormonas cruciales que controlan nuestro apetito: la leptina y la grelina. La leptina es la hormona de la saciedad, la que le indica a nuestro cerebro que estamos llenos y que ya no necesitamos comer. Por otro lado, la grelina es la hormona del «hambre», la que estimula nuestro apetito. Cuando no dormimos lo suficiente, esta delicada balanza se rompe: los niveles de leptina disminuyen drásticamente, mientras que los de grelina se disparan. ¿El resultado? Un cóctel hormonal perfecto para sentir más hambre de lo habitual y, por ende, comer más, incluso cuando nuestro cuerpo no lo necesita.

Pero la cosa no termina ahí. La insulina, la hormona encargada de regular los niveles de azúcar en sangre, también se ve seriamente afectada. La privación crónica de sueño hace que nuestras células se vuelvan menos sensibles a la acción de la insulina, un fenómeno conocido como resistencia a la insulina. Esto significa que el cuerpo necesita producir más insulina para hacer el mismo trabajo, lo que puede llevar a niveles elevados de azúcar en sangre y, a largo plazo, aumentar el riesgo de prediabetes y la temida acumulación de grasa abdominal, un tipo de grasa particularmente perjudicial para la salud.

Cambios en el metabolismo: El motor de tu cuerpo se ralentiza

Además de las alteraciones hormonales, la falta de sueño también impacta directamente en nuestro metabolismo. Numerosos estudios han demostrado que dormir menos de seis horas por noche puede reducir significativamente la tasa metabólica basal (TMB). La TMB es la cantidad de calorías que nuestro cuerpo quema en reposo para mantener sus funciones vitales básicas, como respirar, mantener la temperatura corporal o hacer funcionar los órganos. Si esta tasa disminuye, significa que quemamos menos energía a lo largo del día, incluso sin hacer ninguna actividad física. Esto implica que, aunque mantengamos la misma ingesta calórica, nuestro cuerpo puede acumular más grasa simplemente porque está quemando menos calorías de forma pasiva. Es como si el motor de nuestro cuerpo se ralentizara, volviéndonos menos eficientes en el uso de la energía.

Comportamiento alimentario: Las malas decisiones impulsadas por la fatiga

El cansancio no solo afecta nuestra fisiología, sino que también influye poderosamente en nuestras decisiones alimentarias. Cuando estamos privados de sueño, nuestra capacidad para tomar decisiones racionales se ve mermada, y esto se refleja claramente en lo que elegimos para comer. Las personas con falta de sueño tienden a sentirse más atraídas por alimentos altamente calóricos, ricos en azúcar, grasas saturadas y carbohidratos simples. ¿Por qué? Porque nuestro cuerpo busca una fuente rápida de energía para compensar el déficit de sueño. Estas «calorías vacías» nos proporcionan un subidón momentáneo, pero carecen de nutrientes esenciales y, a largo plazo, contribuyen directamente al aumento de peso, el desarrollo de sobrepeso y la obesidad. Además, la fatiga también puede debilitar nuestra fuerza de voluntad, haciéndonos más propensos a ceder ante los antojos y a comer de forma impulsiva, sin escuchar las verdaderas señales de hambre o saciedad de nuestro cuerpo.

Estudios que relacionan insomnio y obesidad

La conexión entre la falta de sueño y el aumento de peso no es una mera coincidencia o una observación anecdótica; está firmemente respaldada por una creciente cantidad de investigación científica rigurosa. Los estudios epidemiológicos y experimentales han arrojado luz sobre los complejos mecanismos que vinculan el insomnio y el sueño insuficiente con la obesidad.

Una de las pruebas más contundentes proviene de una exhaustiva revisión sistemática y metaanálisis publicada en la prestigiosa revista Obesity Reviews. Este trabajo, que analizó múltiples estudios sobre el tema, concluyó de manera alarmante que las personas que consistentemente duermen menos de seis horas por noche tienen hasta un 55% más de riesgo de ser obesos en comparación con aquellos que disfrutan de un sueño adecuado. Este hallazgo subraya la magnitud del impacto del sueño en el peso corporal a nivel poblacional.

Los investigadores observaron que las personas que dormían poco no solo tendían a ingerir más snacks nocturnos, un hábito que por sí solo ya es problemático para el control de peso, sino que también consumían un promedio de 300 calorías adicionales al día. Esta ingesta calórica extra, aparentemente pequeña a primera vista, se traduce en un superávit energético significativo a lo largo del tiempo, lo que inevitablemente conduce al aumento de peso si no se compensa con un mayor gasto energético. Es importante destacar que estas calorías adicionales a menudo provienen de alimentos procesados y poco nutritivos, exacerbando el problema.

Más allá de los hábitos alimentarios y el metabolismo, el insomnio también tiene un profundo impacto en la actividad cerebral, influyendo directamente en nuestras preferencias y decisiones alimentarias. La investigación utilizando técnicas de neuroimagen ha registrado una mayor activación en áreas cerebrales específicas cuando las personas están privadas de sueño. En particular, se ha observado un aumento de la actividad en la amígdala, una región asociada con las emociones y las recompensas, y en la corteza prefrontal, implicada en el control de impulsos y la toma de decisiones. Esta alteración neurológica se traduce en un aumento del deseo de comer alimentos altamente palatables; es decir, aquellos ricos en azúcares, grasas y sal, que proporcionan una gratificación inmediata..

¿Cuántas horas deberíamos dormir para mantener un peso saludable?

La sabiduría popular y la ciencia convergen en un punto clave: la mayoría de los expertos coinciden en que un adulto debe dormir entre 7 y 9 horas cada noche para mantener un estado óptimo de salud física y mental. Sin embargo, no se trata solo de la cantidad; la calidad del sueño también cuenta. No es lo mismo dormir ocho horas seguidas, disfrutando de todas las fases reparadoras del sueño, que fragmentar el descanso en varias fases interrumpidas por despertares o un sueño ligero.

Además, es crucial entender que «dormir más los fines de semana» no compensa la falta de sueño acumulada durante la semana. Intentar ponerse al día con el sueño es una estrategia ineficaz, ya que el cuerpo necesita regularidad y consistencia para mantener sus funciones hormonales y metabólicas en perfecto orden. Los cambios bruscos en los horarios de sueño pueden desincronizar nuestro reloj biológico, conocido como ritmo circadiano, lo que puede ser tan perjudicial como la falta de sueño crónica.

Factores que afectan la calidad del sueño

Diversos elementos, tanto ambientales como conductuales, pueden interferir con un descanso profundo y reparador, minando nuestros esfuerzos por mantener un peso saludable:

  • Estímulos electrónicos: La omnipresencia de pantallas (móviles, tabletas, ordenadores, televisores) antes de acostarse es un enemigo silencioso del sueño. La luz azul que emiten estos dispositivos reduce significativamente la producción de melatonina, la hormona esencial responsable de inducir el sueño. Mirar pantallas hasta tarde puede retrasar la conciliación del sueño, acortar su duración total y alterar gravemente nuestro ritmo circadiano natural.
  • Estrés y ansiedad: En el ajetreo de la vida moderna, el exceso de trabajo, las preocupaciones diarias, los conflictos personales o las presiones económicas generan un estado de alerta constante en nuestro cuerpo. Este estado de hiperactivación impide que entremos en las fases profundas y reparadoras del sueño, pudiendo provocar insomnio crónico y un descanso superficial que no permite al cuerpo recuperarse adecuadamente.
  • Alimentación inadecuada: Lo que comemos y cuándo lo hacemos tiene un impacto directo en nuestro descanso. Cenar muy tarde, ingerir alimentos pesados y grasos o consumir alcohol y cafeína por la noche son hábitos que sabotean el sueño. Estas sustancias y el proceso digestivo pueden interrumpir el ciclo natural del sueño, provocar indigestión, acidez y despertares frecuentes, impidiendo un descanso continuo y de calidad.
  • Entorno poco adecuado: El lugar donde dormimos es tan importante como nuestros hábitos. Un colchón incómodo, una habitación con excesiva luz o ruido, o una temperatura inadecuada (demasiado calor o frío) son causas comunes de un mal descanso. La comodidad de la cama y el ambiente de la habitación son claves para facilitar la relajación y mantener un sueño de calidad.

Consejos para mejorar el descanso y controlar el peso

La buena noticia es que mejorar la calidad de nuestro descanso está al alcance de la mano y se puede lograr con la implementación de hábitos diarios simples y sostenibles. Integrar estas prácticas no sólo te ayudará a dormir mejor, sino que también será un aliado invaluable en tu viaje hacia un peso saludable:

  1. Establece horarios regulares: La clave para un buen descanso es la consistencia. Intenta acostarte y levantarte a la misma hora todos los días, incluso los fines de semana. Esta regularidad ayuda a sincronizar tu reloj biológico y a establecer un ritmo circadiano saludable.
  2. Optimiza tu entorno de descanso: Tu habitación debe ser un santuario dedicado exclusivamente al sueño. Asegúrate de tener:
    • Un colchón de calidad que se adapte a tus necesidades. La elección de un buen colchón, como los colchones viscoelásticos que ofrecen soporte y adaptabilidad, es fundamental para reducir los puntos de presión y permitir un descanso ininterrumpido.
    • Buena ventilación y oscuridad total. Bloquea la luz externa con cortinas opacas y asegura una temperatura agradable en la habitación.
    • Ropa de cama confortable y adecuada a la temporada, que te invite a relajarte.
  3. Reduce el uso de pantallas antes de dormir: Intenta desconectarte de tu móvil, tablet, ordenador o televisión al menos una hora antes de acostarte. Puedes sustituir este tiempo con actividades relajantes que preparen tu mente y cuerpo para el sueño: lectura de un libro físico, escuchar música suave, practicar meditación o yoga ligero, o disfrutar de una infusión de hierbas sin cafeína.
  4. Haz ejercicio regularmente: La actividad física constante, especialmente realizada por la mañana o la tarde, es una herramienta poderosa para favorecer un sueño más profundo y reparador. Sin embargo, evita hacer ejercicio intenso por la noche, ya que puede activar demasiado el sistema nervioso y dificultar la conciliación del sueño. Si quieres saber cómo afecta el ejercicio al sueño y al cuerpo, te recomendamos leer este artículo: Beneficios del ejercicio físico diario.
  5. Cena de forma ligera: Evita comidas grasas, muy calóricas o con mucha proteína justo antes de dormir. Estas pueden dificultar la digestión y perturbar el sueño. Opta por una cena ligera y equilibrada, rica en vegetales cocidos, cereales integrales o una pequeña porción de proteína magra.

¿Dormir más ayuda a adelgazar?

Si bien dormir más horas no es, por sí mismo, una «dieta milagro» que te hará perder peso de la noche a la mañana, es un componente esencial y a menudo subestimado de cualquier estrategia de control de peso. Al mejorar el descanso, se desencadenan una serie de efectos positivos que sí pueden contribuir significativamente a la pérdida de peso y al mantenimiento de un peso saludable:

  • Se reduce el estrés y el nivel de cortisol: Un sueño adecuado ayuda a modular la producción de cortisol, la hormona del estrés. Menos estrés se traduce en menos ansiedad, lo que a su vez reduce las probabilidades de comer por motivos emocionales.
  • Disminuye el picoteo nocturno: Cuando estamos descansados, las hormonas que regulan el apetito (leptina y grelina) están en equilibrio, lo que reduce la necesidad de picotear entre comidas, especialmente por la noche, cuando el cuerpo menos necesita calorías.
  • Aumenta la energía para moverse más durante el día: Un buen descanso nos proporciona la vitalidad necesaria para mantenernos activos, hacer ejercicio y quemar más calorías a lo largo del día.

En resumen, dormir bien puede no sólo frenar el aumento de peso, sino también ayudar a perderlo, especialmente si se acompaña de una alimentación equilibrada y actividad física regular. Es un pilar fundamental para un estilo de vida saludable.

El rol del colchón en un buen descanso

Un buen descanso no es solo cuestión de hábitos; el entorno del sueño juega un papel igualmente crítico. Y dentro de este entorno, el colchón es uno de los elementos más importantes para asegurar un sueño reparador y de calidad. Un modelo adecuado y en buenas condiciones reduce los puntos de presión sobre el cuerpo, mejora la circulación sanguínea y minimiza los movimientos y despertares durante la noche, lo que se traduce en un sueño más profundo y continuo.

En Relax, recomendamos encarecidamente elegir un colchón que se adapte perfectamente a tus necesidades individuales en términos de firmeza, tipo de soporte, materiales (como la viscoelástica o los muelles ensacados) y transpirabilidad. La elección correcta puede marcar una diferencia abismal en la calidad de tu sueño y, por ende, en tu salud general y tu peso. Puedes descubrir nuestra guía completa para elegir el mejor colchón según tu forma de dormir en nuestra web, donde encontrarás información detallada para tomar la mejor decisión para tu descanso.

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